El ajedrez de la vida, cada uno por sí mismo y Dios contra todos.


El ajedrez es considerado por algunos como un deporte, otros lo clasifican como un juego, incluso hay los que lo ven como una ciencia, su mecánica conlleva inmensas posibilidades y requiere un constante ejercicio de reflexión y planificación, cada movimiento recibe una respuesta contraria que abre nuevas vías de actuación, haciendo que se revise y pondere su planteamiento inicial, conforma una dinámica competitiva perfecta debido a la dualidad de fuerzas y equilibrios, donde el factor diferencial son las capacidades de cada contrincante en el entendimiento, elaboración y desarrollo de estrategias y tácticas que tienen como propósito conquistar la figura del Rey rival.

Al observar una partida de ajedrez encontramos comportamientos que expresan factores emocionales que revelan estructuras o aspectos psicológicos de los jugadores, el ajedrez es un instrumento ideal de análisis del talante o estilo de una persona:


Su origen es controvertido, se estima que podría remontarse al siglo III A.C. aunque en la forma y reglas que lo conocemos hoy en día, los historiadores lo sitúan en Europa en la segunda mitad del siglo XV. Lo que me llama la atención es que su configuración y arquitectura de piezas continúa siendo totalmente vigente y actual, con la intención de explicarme mejor me gustaría compartir una analogía del significado de cada pieza, que mí padre me contó cuando me enseñó a jugar:

•  Los Peones - Son el pueblo, numerosos, sin duda no se puede subestimar su fuerza y las circunstancias pueden transformar un individuo en poderoso.

Las Torres - Constituyen los límites, siempre busca definir y restringir los espacios.

Los Caballos - Representan los ejércitos es la única pieza que se permite saltar el pueblo, puede estar, dependiendo de la situación, en cuadro blanco o cuadro negro.

Los Alfiles - Son las ideologías y las religiones, siempre siguen líneas y no cambian de color.

La Dama o Reina - Representa la fuerza el poder o dominio.

El Rey - A pesar de su fragilidad de ataque y poca movilidad es la pieza principal, llegados a este punto mi padre me preguntó con una sonrisa ¿Qué crees que representa el rey? al no saber responderle me dijo: El alma… puedes perder todo menos el alma.

Dentro de lo expuesto podemos percibir un cierto paralelismo del ajedrez con la propia vida, además constituye un campo de batalla, un universo dirigido por entes superiores en este caso los ajedrecistas ( “es denkt in mir” - algo piensa en mi - Nietzsche).

Me gustaría también acrecentar que al finalizar del juego, independientemente si es peón o rey, todas las piezas van a parar a la misma caja…
“Todo vale la pena si el alma no es pequeña”. Fernando Pessoa (1888-1935) poeta y escritor portugués.

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